martes, 30 de julio de 2013

Sensatez Imposible

Le dijo un cuerpo a su corazón:
No te vayas con extraños
 porque puedes perderte…


La vida es corta y a ratos se ve insuperable de larga que se vislumbra. Pasa uno de corazón en corazón, sin llevarse nada distinto a la tristeza y el desencanto.
 El amargo sabor de lo vivido, por torpeza o injusticia, nos va marcando y ya empiezan a no poder ocultarse las cicatrices del alma. Damos vueltas evitando que de nuevo nos rasguen lo que nos queda para sentir, pero en ese nuevo trayecto, inesperadamente, llegan esos ojos que nos ven el alma, esa sonrisa que invita y una piel que electriza. Indefensos, temerosos, aterrados, no nos atrevemos a seguir, ni a retroceder, lo uno por la posibilidad de volver a ser heridos y lo otro por miedo a dejar pasar una nueva ocasión de ser felices. Finalmente nos decantamos por el encuentro, la experiencia, la oportunidad, y por la vida.
De pronto lo soñado se materializa, un día cualquiera llega, nos sorprende y nos reta. Como anhelada lluvia se nos ofrece, no sabemos como atesorarlo, mil sensaciones nos atrapan, nos invaden y tras la indecisión caemos de rodillas dejando paso al recuerdo, al ayer. Entendemos que la historia pesa, marca, nubla, y mata lo que un día fuimos, entonces no encontramos el viejo sentido que nos hacía avanzar. El mundo no se detiene. Ves lo amado asediado por otros, lo aún no poseído, está amenazado,  se siente la derrota de una batalla no luchada… Uno ya no tiene corazón para avanzar.
Lo amargo de ayer se hace presente con intensidad, sin alma, reclamando su espacio, y uno sin ráfagas de ira, ni locura, sino con mansa resignación acepta la soledad, el vacío, la muerte del alma ¿Cómo se vive así?  Simplemente así no se vive, quizás se dura, pero vivir es otra cosa.
Se instala entonces en nosotros esa visita que nos frecuenta en los últimos años, la soledad. Ha existido siempre, es un sentimiento de desesperanza, de enclaustramiento, uno no lo entiende, no sabe, uno de verdad termina a merced de lo que algunos llaman destino, suerte o fortuna, uno al fin entiende que no es dueño de nada… ni siquiera de su propia tristeza. 
Ese que llegó como dulce pensamiento, aroma de cerezos, besos inciertos y abrazos anhelados, ese el de cuerpo deseado, amores olvidados, es todo… incluso el vacío, deliciosa sensación de temor y emoción ante esa presencia exquisita. Siendo todo no está en la realidad, se queda en la fantasía de lo imaginado. Ya no quedan palabras… sólo silencio.
Se propone la razón que el corazón no ame, no desee, no sufra… siendo esto no vivir; pero es que es tanto lo que ha pasado, que ella sólo quiere cuidarlo y protegerlo de otro desamor, otra desilusión, el desencanto, el otro camino de lágrimas inciertas.
La razón sabe que él no sabe amar, sólo entregar sin freno, sin conciencia y que cuando quiere reflexionar es tarde, siempre ha sido tarde y llega el agotador e inmenso sufrimiento. Sabe la razón que él no se lo merece, que se ha gastado en afectos inútiles, ha perdido mucho de si en cada encuentro y sólo quiere protegerlo de otro dolor.
El corazón no tiene memoria, no recuerda, ante un nuevo anhelo late como si fuera la primera y única vez. Se crece y emociona ante la mirada del amado y desea darse por entero, en otro intento de ser feliz, siente que esta vez es la perfecta, y por eso se pregunta ¿Dónde estabas?... con alegría desbordada. La razón de nuevo evalúa, frena y lucha por no cometer antiguos errores, espera e intenta persuadir al corazón que asuma, por primera vez, con un poco de sensatez la ilusión del amor.  ¡Cuánta ingenuidad! No sabe ella que el corazón la gobierna y son sus latidos la luz de su vida.


El Laberinto de la Soledad

Quisiera estar el resto de los días con el corazón inmóvil, que nada lo turbe, que no extrañe a nadie, que no sienta ausencia, que esté en paz. No puedo, no quiero repetir más la lección del olvido y el engaño, basta de correr tras los cariños lejanos, confusos, inciertos. Basta de amar… pero llegó.
Sólo puede ser un castigo o un regalo de Dios a mi deseo la llegada de tan exquisita y fantástica presencia. Hombre apuesto, gentil, interesante, considerado, caballero disciplinado, delicioso andar, abrazos de deseo… besos de pasión que atrapan… y debe serlo, pues es a la vez absolutamente inalcanzable. Empiezo a entender a Góngora “Tus besos, manzanas son de tántalo y no rosas”, tan cerca y tan lejos; eso en caso de no estar condenada a padecer el mito de tántalo, sin entender la razón.
En el intento de asomarme a su alma, he podido ver el fondo de sus ojos, hay en ellos rastros de una vieja tristeza, pero a la vez hay ternura y sorpresa genuinas, que se traducen en amables sonrisas.
De nuevo uno vuelve sobre la misma pregunta ¿Y dónde estaba?, supone uno que en la vida, en un camino alterno que de pronto convergió en un recodo del que uno transita, nace entonces la ilusión, la esperanza … y sin premeditarlo, el amor.
Tras lo vivido uno siente que lo arribado es como una hermosa ave, se la contempla en imponente vuelo y cuando al fin se posa uno no se mueve, sólo quiere que permanezca allí mucho tiempo para deleitarse con su sola presencia. Se teme que a la menor emoción, al sentir el aliento del deseo, retome su vuelo, y mate lo maravilloso de ese sentimiento que ya uno comenzó, sólo y sin consulta, a atesorar como algo muy hermoso que le pasó en la vida.
Qué mágico el disfrute de la mirada de lo amado, contemplar, oír, quizás rozarlo muy suavemente, y soñar con la absoluta posibilidad de poseerlo. El corazón ante tanto grito de deseo, distrae a la mente para que no imponga la sensatez que se necesita.
Amanecen los días, pasan las horas y uno está flotando en el aire de su propio sueño, en el hay espacio para el deseo y para la anhelada sensación de ser amado, pero al menor parpadeo uno entiende que el vacío es lo real y la soledad la única compañía.
A ratos el mundo resulta absurdo e indolente, jamás detiene su lenta marcha, no importa lo que pase, le resulta imposible sentir, cuesta creer que un sistema tan sensible, ordenado, hecho quizás para todos, no alcanza a todas las almas, algunas ni tan siquiera llegan a presentir lo inmenso de la vida. Muy ocasionalmente cuando les toca la muerte, valoran entonces ésta.
Para algunos tórnarse ese camino, tránsito ineludible donde somos sorprendidos por otro que aun sabiendo que no nos pertenece, ni pertenecerá jamás, lo hacemos nuestro, anhelamos robar su aliento y fundirnos en incomprensible argamasa, para desafiar los vericuetos del universo llegado el final, y ganarle al tiempo y a la vida.
Se necesita un amor que no admita condiciones, el que nace de la convicción mutua y el entendimiento de la más honda afinidad del ser, en lo corporal y en lo espiritual. Entonces nos desampara la libertad, y se rinde la razón, no hay defensa posible. Ante la pasión, la adoración y la voracidad sin freno, el alma logra al fin, fundirse en el amado, a riesgo de perderse a si misma para siempre; en ese momento lo amado tiene sobre nosotros todos los derechos humanos y divinos, la distancia y el tiempo desaparecen y alucinados le robamos un segundo a la eternidad, venciendo al fin el laberinto de la soledad.


Igual que Ayer

Tres, dos, uno, así contaba los días César Santana, tumbado sobre su cama un dos de agosto de 1988, esperando el disparo de salida. Había terminado su bachillerato treinta días antes, con la feliz  noticia de que su aspiración de ser un hombre de uniforme se haría realidad.  Desde niño su madre había alimentado esa idea que ahora él creía suya. Entrar en la Escuela Militar absorbía todo su pensamiento y deseos más profundos; sólo tenía un cómplice en esta felicidad su amigo cuadrúpedo Blas, un Golden retriever juguetón y leal que aceptaba con paciencia el carácter arisco de su amo.
Eso recordaba César una mañana lluviosa y gris, veinte años más tarde, asistiendo al encuentro de egresados de 1992.  Mientras manejaba, su mente voló a los días felices de la Escuela Militar, donde había compartido con muchos compañeros ilusiones y largas horas de formación, que hoy eran sólo anécdotas, las cuales lograban hacerle sonreír.  ¡Cómo no hacerlo!  Al entrar se encontró con  Armando Méndez, su primer compañero de litera, juntos recordaron cómo aprendieron y se enseñaron a coser ruedos, pulir botas, evadir superiores y ser amigos.  Les parecía increíble cómo había pasado el tiempo, y la alegría del reencuentro iluminó la mañana carente de sol caribeño por una impertinente y sorpresiva lluvia.
Durante el desayuno las conversaciones giraron sobre los días pasados. Siete mil trescientos días vividos con intensidad, en diferentes lugares, conociendo personas, con la rigurosidad que implica ser un hombre de armas. Los primeros años mientras fue teniente, recorrió la selva descubriendo un gusto por la naturaleza y el silencio que jamás pensó disfrutar, pero que con el correr de los días se fue adentrado en su alma llegando a  anhelarlo años más tarde. El tiempo sobre el suelo húmedo, donde contando hormigas respiraba soñando con el futuro, venían a su mente con más frecuencia.  Días de órdenes que habían terminado por endurecer su carácter y paralizar su corazón, quizás esa era la posible razón de su actual soledad.
Fueron los años que trató sin éxito, de encontrar una compañera de camino. Una mujer que lo aceptará como era, y llenara de risa y alegría su vida. Le gustaba cantar aunque no lo hacía bien. La música tenía el don de hacerle olvidar y darle alas a su imaginación. Con los años, sus pensamientos perdieron la fuerza y desplazamiento vertiginoso del  cóndor que tenía desde joven, y cambió por el esfuerzo agotador del colibrí que  pese a batir mucho sus alas se queda en un mismo sitio; era esa una manera de no perderse en el camino.
Dedicó buena parte de su tiempo a leer y estudiar. Siendo un capitán versado en las artes militares, le resultaba fácil entablar largas conversaciones de táctica y estrategia, logrando ser admirado sinceramente por sus subalternos. Eran recuerdos gratos y brillantes, que venían a su memoria haciéndole pensar en el camino que andaría desde ese momento.
Desde el reencuentro no había dejado de pensar en su necia idea de estar solo, porque así era mejor. Se cuestionaba su falta de coraje, para abordar las relaciones y deseaba hallar la fortaleza para poder intentarlo. Vino a su mente la figura pequeña y graciosa de Adela, una mujer que lograba hacerle reír y vibrar sin necesidad de tocarlo ¿Qué le había impedido retenerla a su lado? Era tierna y se notaba que estaba atraída por él ¿Por qué había dejado de verla?  Las ganas de verla de nuevo anidaron en su ser ¿Cómo podría hallarla? Buscaría algún amigo en común para contactarla, quizás buscando en las redes sociales sabría de ella ¿Estaría sola o casada? ¿Tendría hijos? De pronto una urgencia de saber de Adela se apoderó de él.  Los siguientes días los empeñó en saber de ella y logró un número de contacto. Llamó y le respondió una voz infantil que lo paralizó:    - ¡Aló!  ¿Quién es?
César no pudo articular palabra por unos minutos. Escuchó  de nuevo el grito infantil:

- Mamá no contestan ¿Cuelgo?
- No, ya voy.

No esperó a que le colgaran, él lo hizo primero. Contó: uno, dos, tres…volviendo el sosiego a su alma y aferrado por completo a su soledad.


Una Sombra Larga

Desde pequeño me gustaba jugar con mi sombra a la luz de las velas, pues lograba verla delgada, misteriosa, y lo mejor de todo alargada, muy alargada, lo suficiente para gustarle a una chica y conseguir un empleo de esos que solicitan saberes y buena presencia.  Con el tiempo pude afirmar que esa solicitud estaba relacionada con 1.78 de altura como mínimo, lo cual me dificultó mucho las cosas.
Me gustaba leer, pues esa era otra forma de alcanzar la tan anhelada solicitud. Los héroes suelen superar con creces el mínimo de altura, y si van a caballo, sin poner pie en tierra son inalcanzables, convirtiéndose en la fantasía de las soñadoras de cualquier época. Fuera de estas contadas ocasiones, la vida de alguien como yo es más que difícil y limitada, yo diría frustrante. El mundo está diseñado, y más en esta ciudad, para un estándar de talla, peso y personas poseedoras de los cinco sentidos, otras opciones están ausentes en las cabezas de los que urbanizan, tecnifican y crean el tan alabado progreso citadino.
Por ejemplo, los dispensadores de cualquier cosa, boletos, bebidas, tarjetas son un reto diario. Tomar el ascensor de un edificio público, o el metro me exponen a una asfixia segura entre dos estaciones. Lograr ser atendido, claro, primero lograr ser visto, requiere de mis mejores artes creativas, así que captar la atención de una fémina para entrar en su círculo de probables  parejas lo doy por descontado. Debo reconocer que soy bueno en las artes gastronómicas. La cocina es un ambiente donde se potencia mi ingenio, y capacidad de combinación,  para sorprender a las papilas más exigentes. Igual es la sorpresa cuando los clientes quieren conocer al creador de las recetas, y llega a su mesa un hombre más bajo de lo normal, pasando la conversación de la creación al creador. El mundo obvia que soy un ser humano que ama, que tiene un corazón que late fuerte y que desea. Un hombre pensante, cabal y divertido que en ausencia de los centímetros sabe vivir sin extrañar las alturas.
Dada mi situación, mi paso por la universidad fue todo un tropiezo, así que opté por una capacitación a distancia, logrando titularme en la Le Cordon Bleu de París con éxito. Lo uno porque los franceses si hablas bien francés te perdonan todo, y porque la cocina es el alma del restaurant, sin ella no hay vida, pero no está a la vista, lo cual me benefició por algún tiempo.
Por otra parte, en esta era tecnológica, es bastante fácil difundir un avatar con todo lo que anhelamos ser y poseer, e igual de fácil que es que los otros nos crean porque vivir entre mentiras da paz.
Así pasaba la vida entre pedir que por favor me alcanzaran cosas, y cuidando de no ser atropellado, cuando inicié un viaje que me llevó a conocer lugares y personas muy diferentes, en color, altura y cultura. Conocí a un hombre que escribía cuentos y que al verme decidió que yo sería la inspiración para su próximo héroe de novela, evento que dio un giro a mi cotidianidad; pues desde entonces decidí vivir en la ficción de un pequeño hombre lleno de poderes para vencer cualquier adversidad.
Tomé un nombre que me representara: Máximo Platarico me pareció adecuado, y tomé con seriedad mi rol, pero un día que había amanecido soleado y tranquilo, la tierra se estremeció causando el pánico y el caos con un terremoto inesperado, gritos de personas corriendo llenaban el aire, el polvo que levantaban al caer los edificios hizo el aire espeso dificultando respirar y haciendo correr lágrimas en los ojos de quienes atónicos contemplaban la escena. Yo mismo sentí que el piso se abrió bajo mis pies dejándome unos instantes en el aire para caer súbitamente en un foso, para mi suerte quedé enganchado en una punta de cabilla sin descender a una muerte segura.
Superado el susto, salí a ver qué había dejado a su paso la furia de la naturaleza, fue entonces cuando la niebla de la nada, me grita… No hay nadie.


Un Viaje de Verano

Un agosto caribeño, cuando los profesores tomamos los cursos de verano más por tradición que por vocación, se inicia esta historia, que de haber sido cierta da fe del instante que es la vida,  y de lo pequeño que es lo que solemos llamar gran universo. Al salir de una clase de introducción a la lógica, ya siendo la hora de almorzar tuve la idea de disfrutar a la sombra de las palmeras, que despreocupadas se mecen a la orilla del lago artificial diseñado por un maravilloso arquitecto que imaginó esta universidad, hasta la siguiente hora de mi clase.

Comencé a releer apuntes sobre Sócrates y los sofistas, intentando hallar nuevas frases que resultaran atractivas a mis alumnos, esos jóvenes ajenos al querer saber. Yo repetía en voz alta definiciones ya clásicas, que llamaron la atención de un hombre que pintaba las palmeras mientras disfrutaba una bebida, y que por el sonido de los hielos, asumí estaba fría.  Su voz fuerte y segura me sacó de mi pesar y recitar mecánico de conceptos:

-¿Aún tratan de entender al loco Sócrates?-
-Sí - Respondí por educación básica.
-¡Es sorprendente! …
- ¿Qué le parece tan admirable?
-La adicción del hombre a ver y vivir en el pasado… y disfrutarlo como futuro.
-Supongo que es una manera de hacer comprensible y con sentido el presente. Piense en un gran icono del renacimiento alguien que abarcó la pintura, la arquitectura, la botánica, escritura, escultura, músico, poeta, ingeniero, filósofo en resumen: un Da Vinci, un genio que modeló la forma de ver y apreciar el mundo.
-Puedo pensar en alguien así con sólo cerrar los ojos y pensar en la Florencia de 1490 y sentir el olor a pan recién horneado mientras contemplo el hermoso rostro de Jesús en la última cena.

El hombre hablo con tanta sonoridad y persuasión que cerré mis ojos y los abrí en la calle de los pintores en Florencia, ataviada con un hermoso vestido amarillo y asombrada, pero tranquila con mi Sócrates en la mano.  En la algarabía propia de un mercado se hacía lento el caminar. A la par pude sentir un fuerte olor a trementina que inundaba la angosta calle. Al final de ella el hombre del lago dirigía un proyecto, un par de alas atadas a un arnés para estudiar el vuelo mágico de las aves.  Al fondo se veían planos de helicópteros y máquinas de óptica e hidrodinámica. Con suavidad y cautela me acerque al hombre, como temiendo perder su imagen si hablaba alto. 
-¿Leonardo?  ¿Leonardo Da Vinci? ¡Claro!, ¿Quién más me podía haber traído del mecánico siglo XXI al efervescente renacimiento?

El hombre del lago se volteó y me miró atentamente. Ciertamente soy Leonardo, pero te aclaro que has sido tú quien te ha traído aquí.

-¿Pero cómo? Pregunté abrumada…
- Los libros, respondió calmadamente. Los libros no tienen tiempo, vencen el espacio, alimentan sueños, anidan amores, atesoran historias. Los libros tienen vida y  salvan al hombre de la peor de las enfermedades.

- ¿Cuál? Pregunté en medio de sueños hechos planos y bocetos…
-La soledad…

Cerrando el libro de Sócrates di por terminada la clase de ese agosto.


Otra Belleza

Ayer fue un día muy especial para Alejandro Serrada, pudo celebrar en el parque de la infancia un logro intelectual, su última novela.  Tras años de haber estado distanciado de la familia por problemas de dinero y carácter, pudo volver convertido en figura pública y hombre sin penurias económicas.
A pesar de vivir en un país caribeño sin mucho desarrollo, Alejandro se las arregló para sacar provecho de las peores situaciones, y hacerse de un puesto en la mejor universidad del país. Su trabajo le permitía tener un sueldo, que sin ser alto, le dejaba vivir algo más que decentemente. Era un hombre sólo, sin compromisos aparentes, sin vicios y con alguna visión para invertir de forma rentable sus bonificaciones extras a final del año.
Era el mayor de cuatro hermanos, sus padres ejercían con esmero los oficios de electricista y costurera, con ello lograron sacar adelante a sus hijos, sacrificando placeres y deseos, por la responsabilidad de convertirlos en hombres de bien. Alejandro siendo el mayor, en un sin fin de ocasiones, fue más padre que cómplice de las aventuras de sus hermanos.
En la universidad su personalidad le hizo ganarse la simpatía de sus compañeros y alumnos. Era un hombre estudioso, disciplinado y muy comprometido con la enseñanza de la filosofía.  Si bien no se le conocían relaciones amorosas, se sospechaba que las tenía apasionadas y conflictivas; lo uno por ser un hombre muy bien parecido, y conservado para sus cincuenta años, y lo otro por ser testarudo, y poco dado a perder la razón sobre un punto de vista.
De regreso a la ciudad el bautizo de su novela ocupaba todo su pensamiento, por lo que su atención en la carretera era casi nula, tal despiste le hizo caer en una zanja provocando que dos cauchos de desinflaran quedando varado en el camino.
 Accidentado sin cauchos de repuesto, decidió buscar ayuda,  lo movilizó la oscuridad del camino por el cual era poco probable que alguien pasara a esa hora, y de pasar que tuviera la intención de ayudar. Avanzó con paso ligero un par de kilómetros hasta encontrar una casa. Aliviado por el hallazgo no dudó en llamar a la puerta. Una hermosa mujer de amplia sonrisa lo atendió, Alejandro pensó es hermosa, pero no es lo que estoy necesitando ahora, también pensó: tendrá un esposo o hermano viviendo con ella que sí podrían ayudarme.
En tres frases Alejandro agradeció la atención y refirió su incidente. La mujer le respondió que vivía allí  junto a quince perros, diez gatos, y un sin número de pájaros ya que ella se dedicaba al rescate de animales abandonados.
Alejandro escuchó pacientemente la historia del refugio, y trataba de entender qué había llevado a una gerente de ventas por demás hermosa, a dar un giro tan especial a su vida. La mujer le contó, que nunca se había imaginado que terminaría sus días, muy feliz, cuidando de ángeles de cuatro patas amorosos y juguetones, y explicando a quien quisiera oírla lo conveniente que era tener un amigo de hocico y cola para compartir la vida. A sus pies una dálmata de ojos alegres retozaba plácidamente, mientras se preparaban el café.
La mujer era de agradable y serena conversación. Dijo llamarse Yolanda. Sus palabras llenaron el espacio y tuvo la grata sensación de estar cómodo frente a una completa desconocida. Pasaron de un tema a otro sin mayores complicaciones hasta que salió el sol. Alejandro algo turbado por  la grata emoción que le producía la presencia de la recién conocida mujer optó por volver a la carretera a tratar de resolver lo de su automóvil.
Trataron inútilmente de ubicar alguien cercano que los ayudara, pues en su despiste Alejandro había cruzado en el desvío equivocado y la casa de sus padres había quedado muy lejos para ir a pie. Yolanda se trasladaba a caballo para hacer sus compras más urgentes, de resto poco salía y leía mucho. Alejandro no tenía ni idea de las artes ecuestres, así que retomó el camino andando con paciencia para esperar ayuda.
No era un hombre de amor a primera vista y menos de amores predestinados. Mientras esperaba que alguien pasara no podía dejar de pensar en los ojos brillantes, que lo habían despedido en la puerta de la casa. Agitado volvió sobre sus pasos, se halló emocionado frente a la puerta, reflexionó un instante y se dijo convencido: Si cuando me abran la puerta aún sigue allí moviendo la cola me la llevo a casa.


Miel y Miau


Comienzo esta nota sin fecha, porque para ti el tiempo tiene un transcurrir particular, lo percibo sereno y rítmico,  y sobre todo sin saltos de agobio. Corroboro esta percepción cuando disfrutas del calor matutino del sol que te hacer cerrar tus ojos maravillosos de miel y almendra y olvidar todo lo que te rodea, timbres, apuros, retardos, pruebas, afanes cotidianos típicos de una escuela.
Desde que llegaste y decidiste vivir aquí,  los días, y sobre todo las tardes, son clases de serenidad y paciencia, el esmero con que haces tu arreglo personal me distrae de mis aburridas rutinas de profesora de lengua, que revisa acentos y comas.
A tu sorpresivo arribo no tuve mucha creatividad, ni siquiera asertividad para nombrarte, tu pelaje negrísimo me llevó al nombre de Carbón… palabra que te regale sin pensar en tu género, y que a todo el que te conoce le lleva a la tonta pregunta: ¿pero, no es hembra? Sin embargo hoy  no imagino otro apelativo que te siente mejor, creo que a ti también te agrada, lo digo por lo rápido que mueves la cola cuando te llaman por tu nombre.
Tenerte es una lección diaria de vida sencilla y amorosa. Cuando llegaste muchos te huían, y agredían por tu pelaje maravillosamente azabache, aceptable para un caballo, pero aterrador y satánico en un felino. Tu dulzura tardó meses en hacerlos cambiar de opinión y verse un día sorprendidos brindándote una caricia, y conversando contigo.  
Me maravilla tu independencia cuando quieres retozar en el jardín y perseguir pájaros, que es la misma que cuando quieres estar sentada al calor del teclado alterando mis documentos, sin remordimiento alguno.
Carbón, tu permanencia silente en mi mesa de trabajo, mientras paseo mis ojos por signos vacios de significado para ti, me brinda una sensación de compañía que no puedo describir, los movimientos suaves de tu cola sobre mi brazo son para mí, muestra de tierno afecto que invita a la paz. Tu respirar sereno y la quietud de tus bigotes muestran que te sientes gratamente protegida, ha desaparecido el sobresalto de los primeros días cuando llegaste confundida y agitada, huyendo de un zapato y una piedra, que malévolamente querían alcanzarte.
Me has inspirado a la reconciliación con mi pequeño mundo,  pues como ser de ciudad vivo la magia de la naturaleza, desde la televisión y el periódico donde  recomiendan que seamos ecológicos y amorosos con el planeta.
Tu naturalidad me ha motivado a revisar mi esencia y mi ser como parte del todo. No puedo educar “para”, necesito educar “en”; me explico, no se puede educar para el respeto y la honestidad, en abuso y en falsedad, simple principio pedagógico que tenía traspapelado en medio de tanta labor administrativa, gracias por eso.
Mi negrita, te escribo porque me has demostrado al estar ronroneando pacientemente día a día, mientras trabajo, que el amor trasciende las formas físicas y se puede sentir alegría, preocupación o nostalgia cuando al silbido matutino no se escucha tu acostumbrado ¡Miau!

La Larga Noche del Olvido


Y aunque el miedo esté allí…
…le sabremos ganar
Y tendría que quedarme ciego
… para no verte más
Yordano Di Marzo/ Cantautor


Como comenzar a olvidar, no creo que se pueda porque simplemente uno no olvida nunca. Los recuerdos duermen y a ratos despiertan para llenar nostalgias… jamás se van. Uno no podría vivir sin sueños, pero en cuántas ocasiones son nuestros sueños, nuestros anhelos los peores verdugos de la existencia.
He soñado contigo en todas las formas posibles, y mi razón en todas las formas posibles me dice que amarte no es lo mejor, que tus sonrisas vienen llenas de ausencias, vacío, lágrimas, de ajeno, y negado; que tus maravillosos abrazos sólo agregan ilusión vana a quien sólo quiere el resto de sus días estar al lado de alguien como tú.
Deseo amarte sin error, sin sombra, sin vacío… Cómo olvidar el sueño maravilloso de amanecer cada día entre tus brazos y decir buenos días a tus besos. Como alguien tan ajeno puedo sentirlo tan mío; Qué tiene tu cuerpo, tu alma, todo tú, que no logro borrarte de mi cabeza y sacarte de mi alma.
No existe motivo ni razón para amarte, eso mi razón lo sabe, pero mi alma tiene sus propias razones, puedes creerlo las razones las tiene mi alma.
En este arrebatado momento de mi vida todo está fuera de lugar, tu arribo inesperado y mágico ha desordenado mi ser y mi deber.

Soledad Urbana

Dice Bryce Echenique, que la soledad no existe para aquel que puede recordar los momentos en que no estuvo solo, y sabe que esos momentos  volverán. También dice, que otra persona puede estar ausente, pero en cierta medida continúa a nuestro lado. Particularmente creo que aún en compañía podemos sentirnos muy solos. Siguiendo a Bryce Echenique para sentirse solo, es preciso desear ser dos, y tener nostalgia de ello; Eso, si es un sentimiento que la mayoría conocemos muy bien.
Parece que hay lecciones que por más que uno se esfuerce no logra aprender, el quererse como lo más importante, el aceptarse y el dejar que el destino, o la vida, nos regalen lo que saben que nos hará felices.
Sin duda seguimos cometiendo errores… no hay forma de que aprendamos, uno quiere, lee, va y viene, pero los sueños del mundo por venir… no llegan nunca, nos sumergen en la nostalgia, en la tristeza de una vida vivida sin propósito, o sentido cierto, pleno.
El estado de sueño permanente que uno ha tenido quizás no  permite concretar los más deseos anhelados. Sé sabe que el otro de nuestra mente no existe como tal, no lo vemos cómo es realmente,  sino que lo vemos como lo queremos ver.
Que difícil aceptar lo que señala el autor al afirmar que la soledad es el signo de una decepción íntima, es decir,  que cuando no coincide la realidad con lo que esperábamos se decepciona nuestra imaginación.  La soledad señala Bryce Echenique nos ayuda a asumir nuestras desilusiones, y liberarnos del obsesivo deseo por el otro.
 Esto parece correcto si entendemos que la valoración cultural contemporánea es la libertad y la independencia. En ello subyace que no necesitamos del otro… ¿Será eso cierto? Entonces, ¿Por qué el ser feliz es un artículo de lujo en estos días cuando realmente es de primera necesidad?...

viernes, 28 de junio de 2013

INTRODUCCIÓN

"El árbol cuando lo están cortando, observa con
dolor y tristeza que el mango del hacha es de madera".
Proverbio árabe