martes, 11 de septiembre de 2018

La vida y su sin sentido

Hay un punto en la vida en el que uno se da cuenta de algunas cosas como por ejemplo: ¿quién realmente importa?, ¿quién nunca importó?, ¿quien ya no va a importar y quien importará para siempre? Pareciera, entonces, que no vale la pena preocuparse por las personas de nuestro pasado, (creo que esto no aplica para familiares directos: padres, hijos, hermanos), pues, sin duda, hubo una razón por la que no llegaron a estar en nuestro futuro. Afirmación del saber popular, y por ello valiosa y vislumbrante.

Sin embargo, uno piensa cuál pudo haber sido la razón de esas pérdidas, e invierte muchas e inestimables horas presentes y futuras en tratar de hallar dicha causa, aún sabiendo que encontrando la respuesta, nada actual de nuestra vida va a cambiar, y peor aún, nada de nuestro futuro cambiará tampoco. No es que crea en el destino, como ruta intransformable de nuestra vida, sino que aparentemente parece que las lecciones de la vida no tienen aplicación inmediata, y quizás tampoco en otra vida, así que tales lecciones son simplemente lo que hay que vivir, ¡y ya! Tratar de desentrañar este aspecto existencial es absolutamente inútil, pero innegablemente divertido.

Ahora bien, el ser humano inteligente aprende, pero, quizás, ese aprendizaje más que vano es intransferible. Sin embargo, uno escucha que los animales aprenden o que las organizaciones aprenden... cómo sera el método y cómo logran la utilidad de ese aprendizaje, ¿alcanzarán, ciertamente, a resolver conflictos?  De ser cierto, será genial entender y saber que sí es posible no topar dos veces con la misma piedra. Se podría aprender a resolver sin mayor dolor o sufrimiento; más aún, podríamos hallar sentido a eventos que hasta hora nos han ocurrido, sin ningún propósito aparente y que vemos como azarosos o inevitables por defecto.

Solo unas lineas más para expresar que no tiene propósito tratar de darle sentido a la vida con teorías, trabajos, accesorios, historias, amigos, viajes e inventos, si el sentido propio más básico no lo tenemos claro en nuestro ser más intimo y apartado de la vorágine y convulsión moderna llamada progreso y desarrollo.

Cierto es que nada, ni nadie puede sustituirnos en la tarea de vivir nuestra vida en forma feliz y plena... esa es nuestra única e irremediable responsabilidad; ante eso, particularmente y simplemente... ¡me rindo! Pero, ante lo que permanezco firme y en pie es en tratar de seguir en el sin sentido de la vida y ver qué tanto aprendo... del alma. 


Atisbo a la soledad


En un vano afán, repienso, ¿cómo podría entenderse la soledad? 
Evocando textos, otrora leídos, pienso en Bryce* quien dice que la soledad no existe para aquel que puede recordar los momentos en que no estuvo solo y sabe que esos momentos volverán. También dice que otra persona puede estar ausente, pero en cierta medida continúa a nuestro lado. Particularmente, creo que aún en compañía podemos sentirnos muy solos. Siguiendo a Bryce para sentirse solo, es preciso desear ser dos, y tener nostalgia de ello. Eso si es un sentimiento que la mayoría conocemos muy bien.
Parece que hay lecciones que por más que uno se esfuerce no logra aprender, el quererse como lo más importante, el aceptarse y el dejar que el destino, o la vida nos regalen lo que saben nos hará felices.
Sin duda, seguimos cometiendo errores… no hay forma de que aprendamos, uno quiere, lee, va y viene, pero los sueños del mundo por venir… que no llegan nunca, nos sumergen en la nostalgia, en la tristeza de una vida vivida sin propósito, o sentido cierto… pleno
El estado de sueño permanente que uno ha tenido quizás no permite concretar los más anhelados deseos. Sé sabe que el otro de nuestra mente no existe como tal, no lo vemos cómo es realmente,  sino que lo vemos como lo queremos ver.
Que difícil aceptar lo que señala el autor al afirmar que la soledad es un signo de una decepción íntima, es decir,  que cuando no coincide la realidad con lo que esperábamos se decepciona nuestra imaginación. La soledad señala Bryce nos ayuda a asumir nuestras desilusiones y liberarnos de la obsesiva frecuentación del otro.
Esto parece correcto si entendemos que la valoración cultural contemporánea es la libertad y la independencia. En ello subyace que no necesitamos del otro… ¿será eso cierto?... Entonces, ¿por qué el ser feliz es un artículo de lujo, aún en estos días, cuando realmente es de primera necesidad?...

*Bryce Echenique Alfredo.
Entre la soledad y el amor, 2007.