viernes, 25 de julio de 2014

La comunicación como hecho social y su papel transformador en la sociedad contemporánea



La humanidad, desde los tiempos remotos, ha luchado para desarrollar diversos medios con la finalidad de comunicarse más y mejor. El hombre no cesado de crear medios, desde las tablillas y señales de humo, pasando por los códices, la clave morse, la radio, la televisión, hasta llegar a nuestra vertiginosa red, que contiene, cual matrioska, a un medio dentro de otro. Son innumerables los inventos que se han logrado producir para obtener procesos comunicativos salvando distancias que parecían insalvables.

Sin duda alguna, la tecnología moderna nos brinda, hoy en día, oportunidades únicas de comunicación. Ninguna es desdeñable, pero algunas exigen actualización por parte del usuario, ya que la sofisticación de los recursos así lo demanda. Por transitividad, al evolucionar y crearse nuevos medios, los elementos de la comunicación así como los lenguajes empleados y las formas  también sufren transformaciones.

El desarrollo humano tiene bases profundas en la interacción pensamiento-lenguaje, procesos que posibilitan reflejar la realidad en la que vive el hombre. Este binomio a su vez se une indisolublemente al proceso de comunicación, son estos tres procesos, elementos convergentes y constituyentes de la realidad del hombre del siglo XXI.

Atendiendo al enfoque idealista que tiene sus raíces en la tradición antropocéntrica, se asume la línea divisoria entre animal y hombre justamente en la posibilidad de comunicación. El hombre es un animal simbólico capaz de expresar ideas abstractas y valores morales a través de un conjunto organizado de signos.

En nuestro entorno todo objeto, idea, sentimiento o concepto es convertido en signo de algún tipo para dar cuenta del entorno en el cual nos desenvolvemos. Señala el filósofo venezolano, Argenis Pareles (1999), que “la condición humana sólo es posible por la palabra y entre las palabras. Estamos hechos de carne, de hueso y de símbolos y mientras más amplio y consistente sea nuestro universo simbólico más densa será nuestra condición humana” (p23).  Por eso para todas las sociedades una vez que se consolida el código, se hace necesario afinar la fidelidad, calidad y rapidez del medio para difundir los distintos mensajes a más receptores o destinatarios.

Coincido con Rafael Echeverría (1997), quien expresa que un objeto es siempre una relación lingüística que establecemos con nuestro mundo. Los objetos son constituidos en el lenguaje. Es por eso que todo lo creado, definido, proyectado, sentido y pensado tiene rastro humano, todo narra algo de nosotros, por pequeño que sea. Somos palabra y por ello, tal como señala el autor, no existe otro camino que el del lenguaje; fuera del lenguaje no existe un lugar en el podamos apoyarnos. Los seres humanos vivimos en un mundo lingüístico, por ello el afán de todas las sociedades ha sido llegar más lejos y mejor no sólo en su tiempo sino a través de éste.

En el siglo XX los lenguajes y las formas de expresión sufren transformaciones radicales. Los medios dictarán canon para comunicarse. Estos cambios llaman la atención de estudiosos como el filósofo Theodor Adorno, quien junto a Max Horkheimer, fueron destacados integrantes de la Escuela de Frankfurt,  se dedicaron a analizar a la sociedad industrial, la cultura y la educación masiva desarrollando explicación teórica a partir de diversos aspectos. El primero ellos fue asumir que los hecho sensoriales estaban socialmente prefigurados, el segundo definir la cultura en la sociedad industrial, en tercer lugar relacionar los sectores vinculados con la producción cultural al massmedia, el cuarto y a mi juicio el más importante, considerar que el consumidor no es soberano, como la industria desearía hacer creer, no es un sujeto, sino su objeto.

   Señala Mario Concha (2006) que una de las ideas que manejó esta escuela fue la posibilidad de una industria cultural masiva y básica, como si la cultura fuera una fábrica de pelotas. Sin exagerar, dicha escuela se refiere al arte en términos industriales como producto de consumo. Los medios de comunicación tomaron muy en cuenta los postulados de la Escuela de Frankfort para difundir una cultura enlatada y un arte envasado. Admitían el concepto “pastillas” para el arte, lo cual devino, por ejemplo, en oír algún trozo musical breve en un programa de interés general, algún comentario en tres minutos sobre arte o literatura en medio de un programa periodístico, sin profundizar, quedándose en la engañosa superficie.

Se aceptó que era imposible difundir una sinfonía completa o leer un cuento más o menos largo, porque la gran cantidad de publicidad pautada lo impedía, ya que “el tiempo en radio y televisión es tirano”. Sin embargo, uno puede escuchar programas de radio en los que se habla largo tiempo, de temas intrascendentes, en forma de círculo vicioso, sin llegar a ninguna idea clara, programas que terminan sin pena ni gloria, por lo que considero una falacia argumentar la escasez de tiempo y la publicidad para no hacer programas con calidad informativa, educativa y cultural.

Parece haber espacios de radio dedicados a la dispersión mental y a la falta de criterio apoyados en el banal argumento de que las personas oyen y no escuchan radio, es decir, tienen la radio como fondo musical de sus actividades, lo cual no es cien por ciento cierto.
La comunicación es un hecho social y como tal es dinámico, cambiante y sin duda transformador y actualizador de los colectivos que la producen. Los hombres primitivos tuvieron un manejo instrumental de un pequeño conjunto de signos, que se limitaba a la subsistencia,  a la caza, hallazgo del agua, construcción de refugios y evasión de peligros, pero la organización fue haciéndose cada vez más compleja,  trayendo como consecuencia que los  colectivos humanos construyan una ampliación de los signos y una especificidad de los usos que eran inimaginables para aquellos primeros hombres y mujeres que enfrentaron un ambiente hostil y desconocido.

El siglo XXI se nos presenta con una perspectiva más plural en todos los elementos que conforman el proceso comunicativo, hoy existen una multiplicidad de emisores, diversidad de medios y canales, variedad de códigos, infinidad de mensajes para un cúmulo de receptores que no para de crecer y exigir  más del devenir comunicacional.


miércoles, 23 de julio de 2014

Individualidad o Paz Social


Cuando se utiliza el idioma sin verdadera importancia,
pierde su finalidad como medio de comunicación
 y se convierte en un fin en sí mismo.
Karl Theodor Jaspers

La fuerza que siempre ha movido a la humanidad, es el pensamiento. El hombre actúa de acuerdo con sus pensamientos. Quien piensa egoístamente, obra egoístamente. La ambición, la avaricia y el ansia de fama, poder y riqueza han pervertido la mente humana y han desviado los logros del hombre en dirección a objetivos materialistas, consumistas, arrebatándole su paz interna, su alegría y en consecuencia su salud mental y física. Esta forma de pensar, ha limitado el pensamiento y accionar humano. Hoy en día, poseemos muchas cosas y estamos convertidos en coleccionistas de cosas inútiles a la vez que no sabríamos tener sentido de la vida sin ellas.
Sería pertinente afrontar una revolución del pensamiento. Es preciso estimular el pensamiento positivo, así como una idea amplia y profunda de colectivo. Se requiere asumirse como una especie, como una macro-comunidad, puesto que la vida del planeta a todos nos concierne. Necesitamos eliminar la visión fragmentada y reconfigurarnos en la unidad de la que todos formamos parte. Podría ser que esta atmósfera psíquica contagie pensamientos similares entre unos y otros para superar las crisis de individualidad, explotación y pobreza que estamos enfrentando.
Se vive un momento, en el que creemos que la felicidad se alcanza cuando hemos satisfecho algún deseo. Sin embargo, el estado de efervescencia mental no para, pues a cada deseo satisfecho, se generan nuevos deseos.
La paz social, tan demandada, se percibe lejana, ya que solo se conseguirá cuando los individuos que constituyen la sociedad, encuentren sosiego a sus deseos y pasiones.
La paz es algo más que la ausencia de guerra, es una experiencia individual desde la mente de cada individuo. Aún, un deseo de pacifismo puede arrastrar al conflicto, al enfrentamiento, a la intolerancia, si no es deseo común. Decir que la paz social es una utopía, es no empezar nunca a andar el camino para alcanzarla.
A quien de veradad le interese la paz, le tiene que interesar igualmente el diálogo. Cuando la mente vibra en alta frecuencia, se potencia el deseo y se manifiesta en modo violento. En otras palabras, se estimulan mecanismos de agresión, la disuasión externa puede temporalmente reprimirlo, más la violencia interna contenida, es suficiente para evitar cualquier posibilidad de paz. Puede, los sistemas policiales y militares, dar un marco de paz, pero para alcanzarla realmente, la sociedad debe revisar sus modelos educativos.
La expresión de desarrollo, paz y crecimiento de una sociedad, es producto de su educación, sus principios y valores. El proceso, de paz en una sociedad, para que sea efectiva, debe tener la dirección interno-externo.
Hay que trabajar para construir una sociedad direccionada a este fin, hay que hacer un esfuerzo positivo por intercambiar superficiales, formalismos, pronunciamientos y discursos que carecen de origen: la paz.
Como seres racionales, poseemos una cualidad única que nos aventaja sobre todas las criaturas: el lenguaje, que es producto del pensamiento. Que nos hace capaces de memorizar, crear, definir y procesar información. Sin embargo, esta no es más que un sistema de referencia que puede resultar de ayuda para el análisis y la reflexión, pero que por sí sola no crea. Esto parece ignorarlo el sistema de educación occidental, que pondera la información sobre la habilidad de pensar, considerando aventajado a quien más datos almacena, aunque no los reflexione.
La información es útil cuando el individuo puede filtrarla y adaptarla a su propia experiencia, en todos los demás casos constituye una programación inútil. Las distintas actividades intelectuales, deberían estimular y potenciar la reflexión, la creación, la innovación, la evaluación y la crítica a la información existente. Solo un ejercicio reflexivo, podría encaminar a la sociedad hacia la transformación de paz y justicia que demanda.
Una sociedad del siglo XXI, tiene infinitas herramientas para canalizar sus inútiles valores de individualismo, por un sentido de bienestar colectivo. Los medios de comunicación masiva, pensados y empleados desde el bien común, son indispensables.