¿Leer por necesidad o la necesidad de leer?
Leer ata, leer en otros casos desata,
en todo caso es, siempre, una experiencia única que cada ser humano tiene la
posibilidad de vivir, pues como dice Italo Calvino, “leer es ir al encuentro de
algo que está a punto de ser y aún nadie sabe qué será...”, como lectores
tenemos en cada texto una posibilidad de realización única e irrepetible. ¿Por qué entonces no hay ríos de lectores?
Leer es, esencialmente, entender,
poder desentrañar un texto escrito que no se ha visto nunca antes o que se
tiene que volver a releer. He allí la dificultad de toda lectura. Por ello la
buena o mala realización de la misma, es esencial para lograr entender lo
leído.
La lectura es una actividad
intelectual compleja. Como tal exige ciertas circunstancias y cualidades al
momento de llevarla a cabo. No todo el que lee es lector; existen muchos
presuntos lectores –aquellos que leen sin comprender-. Nuestros estudiantes,
son un claro ejemplo de ello, agobiados
por un sinfín de contenidos con urgencia evaluativa, que producen efectos
paralizantes y desmotivantes hacia una de las actividades más productivas del
ser humano.
Hoy en día, en una sociedad de la
imagen, con una incesante actividad donde los medios de comunicación están
permanentemente digiriendo información por el espectador, encontramos un
descuido de los procesos inherentes a la lectura como lo son: el análisis, la
síntesis y la crítica.
Estos procesos siguiendo a Rafael
Tomás Caldera podríamos definirlos de la siguiente manera:
Análisis: alcanzar los diversos elementos que
componen el todo. Se trata de determinar las unidades elementales de sentido,
las afirmaciones que controlan la significación del texto en su conjunto.
Síntesis: recomponer el todo a partir de los
elementos obtenidos, o ver el todo en su articulación. En este proceso el lector
se acerca al oficio de escritor, en tanto que (re)compone el texto.
Crítica: apreciar su sentido y cualidad. En
este momento el lector hace ejercicio de su criterio, ello lo conduce a exponer
de qué trata el texto y cómo podría ser leído. Se intenta formalizar un juicio.
Estos tres procesos son la amalgama
básica con la que se elabora el proceso de lectura, no cabe la posibilidad
de producir un proceso sin otro; el
análisis sin la síntesis sería un conjunto de partes inconexas, la síntesis sin
el análisis sería, un falsa proyección de lo que se cree haber entendido, sin
posibilidad de comprobación; sin los procesos mencionados la critica no podría
materializarse, pues se alimenta de ellos.
Nuestros estudiantes presentan
dificultad en los procesos de aprendizaje, producto de un inoperante proceso de
lectura, a pesar de que creen cumplir con el proceso ya descrito no logran
conquistar el fin último que perseguimos al leer: ENTENDER.
Entender un texto es seducirlo para que con
suavidad nos declare qué siente; como señala Jorge Aristizábal Gáfaro debemos
lograr que el texto se nos desnude y nos enseñe sus encantos; para que nos
entregue generoso sus sentidos y para que su piel bruñida por nuestra mirada
sea espejo donde podamos ver de qué estamos hechos. Por ello el entender, el interpretar es
seducción; es combatir el silencio y la inercia, es vencer el cerco mortal de
la rutina para crearnos y recrearnos en cada instante de lectura.
El hombre tiene necesidad de conocer,
de comprender, de construirse, para ello la lectura es una herramienta
insustituible. A juicio de Alberto Manguel
leer en una página es sólo una de las muchas formas en que el hombre
lee. Se lee la hora, un plano, las estrellas, una partitura, las cartas, una
coreografía, una insignia, la tristeza de un rostro, el brillo de los ojos
amados, éstas son formas de extraer significado, de leer. Todos nos leemos a
nosotros mismos y al mundo que nos rodea para entender. Constantemente, si no
nos queremos perder, debemos leer.
Leer también debe emplearse como sinónimo de placer.
El lector debe querer leer; la pedagogía insana no considera este detalle, no
persuade al estudiante de tener esta necesidad, simplemente coloca al lector en
la penosa tarea de ver conjuntos de letras incomprensible y aburridas, que
posteriormente se dibujarán en una evaluación para lograr una nota... ¿dónde
quedan en este proceso las necesidades, intereses e inquietudes del lector?,
¿qué aporta este necio proceso al crecimiento intelectual del
estudiante?, ¿qué justifica tal esfuerzo?, ¿es necesario atestarlos de presuntos conocimientos inútiles, a su
juicio?; ¿leer para qué? , ¿para quién?...
Esta son las preguntas que distraen al lector
del proceso, ellas cierran la posibilidad de ser del lector y de la lectura. Vale citar en este punto a Alfonso Reyes: “El
libro, como la sensitiva, cierra sus hojas al tacto impertinente. Hay que
llegar hasta él sin ser sentido. Ejercicio, casi, de faquir. Hay que acallar
previamente en nuestro espíritu todos los ruidos parásitos que traemos desde la
calle, los negocios y afanes, y hasta el ansia excesiva de información
literaria. Entonces, en el silencio, comienza a escucharse la voz del libro;
medrosa acaso, pronta a desaparecer si se la solicita con cualquier apremio
sospechoso”.
Si no estamos bien dispuestos y vamos a la
lectura sin estar preparados, perderemos el tiempo, el texto permanecerá
silencioso y la tan anhelada comunicación no se producirá; sin embargo,
creeremos erróneamente estar leyendo, y dando por concluido un proceso que
jamás iniciamos.
Leer para comprender eliminaría la frustrante
sensación de habernos esforzado en leer un texto y no haberlo comprendido,
sentir que hemos perdido nuestro tiempo.
Como
lectores debemos cultivar la necesidad de leer; está en nosotros la magia de
construir y comprender, si esto se logra por transitividad podremos cumplir con
las exigencias de los procesos académicos formales de forma más provechosa,
efectiva y exitosa.
Es necesario leer y leer bien. A medida que
leemos se van descubriendo mundos a través de temas y autores, ello,
irremediablemente, irá creando en el lector la necesidad de leer por convicción
y no por obligación.
Edit.
Vadell Hermanos.
Manguel,
Alberto. 1999 Una historia de la lectura. Bogotá.
Grupo Editorial Norma.
Interlenguajes. Revista de semiótica y Lingüística, Teórica y Aplicada. 2000
Pontificia
Universidad Javeriana, Bogotá Colombia.
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