lunes, 5 de marzo de 2018

Regreso...


     La Guaira desde los ojos de la tristeza superada, ya no es azul, sino dorada. Con un resplandor que de mirarlo ciega. Desde un balcón la serenidad que irradia la mar es como el sol, y sería en femenino, como diría mi madre, pues por lo inmensa y atractiva tiene que ser ella, femenina, fecunda de vida y a ratos oscura con tempestad indomable.
     Es grato ver el camino despejado, el orden del sistema, lo verde de paisaje, la armonía de plumas y escamas, nuestro centro iluminando todo, brindando calidez y paz a todo y a todos.
     Puedo ver la danza de nubes que invitan a figurar formas, sin fondo, que divierten y se desvanecen a la segunda mirada.
     Desde el confort civilizado se puede mirar lo moderno abrazando a lo natural y a ratos salvaje. Desde la altura se imagina sumergido un paseo marino donde corales y algas se besan eternamente.
     Es el afuera, es el adentro… es un viaje anclado en  el ayer… entonces, éste no es un viaje,  es una extraña vuelta con regreso a ningún lado… o al de siempre.

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