¿Somos Sujetos u Objetos de la educación?
Se
ha observado, con preocupación, que el desempeño de los y las estudiantes en las
diferentes asignaturas se ve afectado, en muchos casos, por la falta de un buen
dominio de su lengua materna. Ello nos ha motivado a una reflexión y a
plantearnos estrategias de trabajo que ayuden a mejorar tal situación.
Es
visión compartida que el aprendizaje de una lengua es una tarea compleja y
prolongada que requiere, además de una cierta dosis de talento natural
actitudes, convicciones y hábitos de trabajo determinados.
No
obstante, entendemos que la mayoría de nuestros estudiantes viven en un
medio que alimenta actitudes, convicciones y hábitos de trabajo que conspiran
tenazmente contra su éxito. Hay factores que inciden negativamente sobre el
proceso de enseñanza-aprendizaje de la lengua en nuestra institución.
Cotidianamente
los docentes comentamos que los medios de comunicación nos someten al bombardeo
de la publicidad masiva, estratégicamente diseñada para convencernos de que podemos
lograr prácticamente cualquier cosa con
sólo desearlo, esto se traduce en éxito
seguro, rápido y sin esfuerzos.
En
nuestro caso en particular, sería poco serio ofrecerle al cadete y/o cadeta un
dominio de su lengua materna realizando un mínimo esfuerzo por un breve tiempo;
pues hacerlo sería deshonesto de nuestra parte. Es nuestra meta que se desempeñen correctamente como estudiantes de educación superior. Ello
consiste en que oigan y entiendan clases magistrales, participen activamente en seminarios
y clases prácticas, lean y comprendan material biográfico y hemerográfico a su
nivel y especialidad, presenten exámenes escritos y orales y se inicien en la
investigación científica en su campo. Es difícil precisar en cuánto tiempo un estudiante aprende a dominar las habilidades necesarias para realizar las
actividades que acabamos de mencionar, pero, sin duda, en la mayoría de los
casos se necesitará un trabajo continuo y firme durante varios años, además de
la clara decisión, por parte del propio cadete y/o cadeta, para lograr su meta.
Estamos de acuerdo con la profesora Diana Sasso (1989) quien afirma que el
dominio cuantitativo de los recursos de una lengua que requiere un estudiante
de educación superior no es una meta que
pueda alcanzarse por casualidad.
Diariamente,
observamos que un alto porcentaje de estudiantes, en los diferentes niveles, exhiben la actitud típica de un
consumidor objeto: yo vengo a que me enseñen, a que me preparen, a que me den, en
lugar de pensar como sujeto, vengo a aprender, a prepararme, a dar. Lo que realmente subyace
en esta actitud es que es responsabilidad de la institución el proceso de
enseñanza, cuando el principal responsable de ella debe ser el o la estudiante; es en él o ella donde debe radicar la disposición y la voluntad de
aprender. Esta actitud, conveniente y cómoda, le permite encontrar fuera de él o ella las causas de su fracaso académico, es decir,
la culpa la tienen los profesores, los programas, el libro de texto, los
materiales de apoyo, el horario, el excesivo número de cadetes por aula, el
sistema de evaluación entre otros. Se puede llegar a escuchar que si los estudiantes no están motivados por aprender
la responsabilidad es predominantemente del docente, “¡no ha sabido
motivarlo!”…
Esta
visión concibe al educando como un punto de encuentro de influencias externas,
o como una esponja absorbente, pero no como una persona autónoma y con voluntad
propia para alcanzar determinado grado de preparación. Esta visión no permite
que formemos un oficial responsable de su saber, crítico, con espíritu para la
investigación, para lo que si ayuda es para formar un consumidor de cualquier
información, un sujeto poco exitoso, en tanto que deja a otros, o en el mejor
de los casos al azar, la responsabilidad de su aprendizaje, evolución y
desarrollo.
Creemos
que el dominio cabal de la lengua materna podría permitir que el cadete y/o cadeta participara
activamente en su proceso de aprendizaje, lo cual redundaría en un mejor
rendimiento académico. Es importante que el estudiante entienda que ni las más
fabulosas circunstancias exteriores
pueden sustituirlo en su tarea de crecer intelectualmente.
¿Pero
cómo lograrlo? Siguiendo a la Dra.
Ofelia Gasso (1999), en su artículo: una Experiencia
sobre la comprensión de textos, proponemos, sin ánimo de receta, el empleo
del siguiente algoritmo para la compresión de textos:
1. Realizar
la lectura del texto varias veces (mínimo dos).
Hacerlo en forma concentrada e intentando desentrañar el sentido del mismo. Se
recomienda la lectura silenciosa. Una vez terminada, reflexionar sobre lo leído
y reconocer que ha quedado de ella en la memoria.
2. Descodificar
las incógnitas lexicales que se presenten. En
ocasiones se puede recurrir al despistaje por contexto, pero, en el caso de que
no se tenga a la mano el significado DEBE recurrirse al diccionario. Seguir
leyendo sin despejar la incógnita entorpecerá la comprensión del texto, éste se
convertirá en no significativo y por último olvidado.
3. Identificación
de la idea central del texto. Dar con clave semántica del
texto llevará a la compresión del mismo, en virtud de que el texto gira
conceptualmente en torno a ella.
4. Ubicar
las redes de palabras vinculadas a la idea central. Toda
idea central tiene un conjunto de palabras que la amplían, ejemplifican y
explican. Es recomendable el empleo de
mapas concepto o algún tipo de esquema que muestre estas relaciones.
5. Localización
del punto de interés personal. El lector se puede ayudar,
para llegar a la comprensión de un
texto, del análisis de los signos de
puntuación, la reiteración, el empleo de los diminutivos o aumentativo, pues en
ocasiones estos poseen un especial significado.
6. Análisis
de estructuras sintácticas. El lector se puede ayudar,
para llegar a la comprensión de un texto,
del análisis de los signos de puntuación, la reiteración, el empleo de
los diminutivos o aumentativos, pues en ocasiones estos poseen un especial
significado.
7. Verbalización
del texto en forma oral y/o escrita. Cuando no se es capaz
de verbalizar el contenido de un texto leído, definitivamente, no se ha
comprendido. Para comprobar el nivel de comprensión obtenido es imprescindible
que el lector logre traducir con sus propias palabras los contenidos
conceptuales del texto.
Párrafo
aparte merece el aspecto relacionado con la evaluación, no se pretende examinar
el sistema en sí mismo, sino su influencia en el aprendizaje de la lengua. La
pretensión de un instructor, ajeno a la asignatura de la lengua, de corregir,
con demérito en la puntuación, la mala redacción o errores ortográficos produce
molestia y desacuerdo por parte de los estudiantes, quienes argumentan que la
redacción y ortografía no forman parte de los contenidos de otras materias diferentes
a lengua y comunicación. Esta sería una apreciación fragmentada de un proceso
que debe ser integral. Según la profesora Diana Sasso (1989), dominar una
lengua es poder servirse de ella en situaciones reales y eso siempre implica el
manejo simultáneo y correcto de diversos aspectos de la misma en diferentes
contextos. Cómo creer que se puede comprender una definición, si el sujeto no
puede ni parafrasearla correctamente. ¿Podrá, entonces analizarla, explicarla o
evaluarla?, este aspecto merece especial reflexión.
El
cadete y/o cadeta debería poder disponer de los nuevos conocimientos en el
momento que los necesite, y no exclusivamente para un examen. La
atomización del aprendizaje atenta
contra el análisis, la síntesis y la evaluación; es decir, contra el
crear y el pensar. Es indispensable que el estudiante sea sometido a
situaciones en las que deba resolver problemas nuevos para él. Sólo de esta
manera le estaremos proporcionando la oportunidad de ser creativo, al tener que
seleccionar medios diferentes a los ya usados para resolver una determinada
situación. Sin duda, diariamente se debe estimular el pensar.
La
Universidad Militar Bolivariana de Venezuela contempla en su filosofía el reto
permanente de mantener y mejorar su nivel de rendimiento, para ello debemos
permanecer en constante reflexión y preparación, en la búsqueda de la
excelencia educativa que tenemos como principio rector.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario